Nací... En el hoyo, un hoyo sombrío, maloliente, nublado, lleno de infinitas cosas perturbadoras... Quizá soy resultado de tanta suciedad, no lo sé. Este lugar es estrecho, devastado, no le cabe nada más, sólo hay espacio para mí y el resto de bazofia al rededor. Afuera está tan luminoso, lo puedo ver desde acá a través de la única ventana que hay acá, esa ventana en la parte de arriba; muchos me dicen que eso allá arriba no es una ventana sino una reja, la reja que tiene el filo suficiente para cortar aquello que no me deja escapar.
Desde acá puedo ver a Dios ocupándose de los demás, y aún no entiendo por qué me ignora. Tal vez sea porque nací castigada y eso hace parte del castigo. Dios es malo, siempre lo he dicho.
Está oscuro acá y tengo miedo,
no puedo ver nada más que a mis demonios jugar , cada uno con sus juguetes y sus pelotas, correr como locos por todos lados.
Veo que no tengo ataduras en mis manos, ni en mis pies; sólo estoy yo, un alma escuálida, inflada de demente cordura esperando algún día que la luz me toque y poder atravesar las centenares de puertas abiertas en frente de mi frente, cada una de ellas contienen mundos diferentes, mundos dementes y de muerte. Están por todos lados, todas pegadas adentro de este hueco de mierda del que hago parte. suelo observarlas, a veces arrodillada en medio de tanta tierra húmeda, con mi cuerpo sucio y cansado, ropa rota, mejillas húmedas de tanto llanto derramar y sin cabello ya. ¡Me da mucho miedo este lugar! , estoy atrapada y no sé si deba una puerta atravesar... Hay una puerta que me gusta mucho, está llenita de historias, historias de vidas apartes, hay seres paganos, almas, y demonios, muchos demonios amigables, y demás seres mundanos, se la pasan todo el día jugando, nunca me invitan a jugar con ellos. Dicen que no soy de su mundo, que soy mentira y bazofia oculta en mi propio averno, les creo. Una vez me asomé en esa puerta, (como suelo hacer a veces) y vi que se divertían de una manera encantadora: Jugaban al Tin Marín de Do Pingüé y se tocaban en hombligo al cantar, al lado de la gran laguna del inframundo, jugaban para tirarse y morir, morir es algo que no comprendo y no sé por qué no me pasa a mí. Me pareció tan divertido, que realmente me dieron ganas de entrar, y estuve a punto de hacerlo pero hubo algo que me impidió hacerlo, di un paso hacia ellos y algo tiró de mí muy fuerte, tan fuerte que quedé culo arriba con la cara embarrada, claro, era mi cordón umbilical que no me dejaba atravesar ninguna puerta. Siempre tira de mí esa horrenda tripa en mi ombligo cada vez que quiero atravesar una de cientos de puertas que tengo en frente, o cuando le grito a Dios preguntándole por qué no cortó el maldito cordón cuando fui escupida a este mundo tan nublado y tan pequeño, repudiado por mis mayores fuerzas internas.
Odio éste lugar.
Veo esas puertas, todas pequeñas y fáciles de abrir, no puedo entrar en ninguna y sólo me queda contemplar desde aquí su belleza y su terror.
Las he abierto todas y me he asomado en todas.
En la mayoría hay muchos demonios y a cada uno le corresponde un alma, normalmente son almas depresivas y asustadas, frustradas y aterrorizadas. Conozco todas las puertas y lo que entre ellas hay, pero nunca he estado en alguna. Sé bien que en una de tantas puertas hay un alma adulta y amargada, de hecho es muy vieja, y aterradora, tan aterradora que sólo tiene una fosa nasal, ojos en linea vertical, dientes circulares más grandes que su propia cara y lleva consigo un humor muy oscuro y detestable, parecida a un demonio abominable, pero la muy perra, por suerte suya y mía no lo es; En todas las veces que he asomado mi cabeza ella está ahí sentada en una piedra azul y llena de agujas en sus manos, ríe catárticamente y me grita "Hija puta, sé valiente y vení acercate a mí" y con voz burlona me dice "¿Qué, el cordón de mierda te tira muy fuerte? ¡Inútil!", y yo solo dejo que aquella puerta se cierre sola y me devuelvo lentamente con la cabeza abajo hacia mi lugar, no puedo hacer más, allí está Charlie y Charlote, mantienen juntos como si fuesen siameses, son callados, tanto así que fui yo quien les puso nombre para poder llamarlos porque ninguno de los dos sabe pronunciar una sola palabra, mis propios demonios, ellos tan juguetones. Charlie es muy travieso, él juega con mi pelo, le fascina cogerlo y arrancarlo, también me tira su pelota en mi pecho a veces causándome dolor, quizá me quiera mostrar que las maravillas pasan mientras yo estoy aquí perdiéndome entre las abrasadoras corrientes de terror que llenan mi espacio. Charlote es un loco, él me demuestra su amor escribiéndome cosas en papel destrozado: "Me cago en vos", es toda una poesía, lo más afectivo que nadie nunca hacía por mí. Ellos son mis pilares de distracción, distracción durante mi estadía en este hoyo, mi hoyo.
(PARA EL DIARIO DEL REVÉS)
Continuará...